ANGELILLO Y Agueda, la PERCHERONA
ANGELILLO Y AGUEDA, LA PERCHERONA.
Angelillo, tenia fama de conquistador, sin embargo, como no tenía más oficio ni beneficio que los chaperones que le salían para hacer reparaciones a domicilio, el barrio entero estaba convencido de que, a pesar de su indudable encanto para conquistar jovencitas, acabaría soltero y sin un real en el bolsillo, en realidad, la base de sus gastos la sustentaban sus padres y el dinero que habían hecho durante la guerra con el estraperlo, pero, ¡oh, sorpresa!, de la noche a la mañana Angelillo sorprendió a propios y extraños casándose con Águeda, la Percherona, una mujer de fuerte carácter y no muy fácil trato que se dedicaba a coger carreras a las medias para la mercería y a coser lo que saliera, pero, salía poco y andaba siempre a la cuarta pregunta.
Aquel casamiento dio pie a muchos comentarios. Todos pensaban que Águeda se había quedado embarazada de Angelillo y hacía las cuentas de lo que heredaría este de sus padres ya muy mayores.
Nadie llegaba a creer que Angelillo hubiese sentado la cabeza y menos que fuese a hacer feliz a una mujer tan seria y que trabajaba por cuatro perras. No tenían nada en común, por lo que, las vecinas echaban las cuentas de cuando le tocaría dar a luz, pero, los meses pasaban y al fin vieron que no había tal embarazo y no fue eso lo peor sino que fueron pasando los años sin que la pareja tuviese descendencia.
Tanto Águeda como Angelillo seguían siendo como antes, ella atareada en casa con sus medias y costuras y Angelillo, siendo, a pesar de estar casado, el chascarrillo de todas las fiestas, camelando a unas y otras como si el tiempo no le hubiese cambiado en absoluto.
Hasta que, por unas sábanas tendidas al sol que se disputaron Águeda y Manuela hasta llegar a los pelos y a arañarse provocó que Manuela, en un arranque de rabía mientras se limpiaba la sangre de la cara y sonriendo socarrona, soltó el comentario que iba a cambiar la vida de todos.
"Mucho Angelillo por aquí y Angelillo por allá, y has de saber que hay otra que te lo disfruta más que tú, porque, si no lo sabes ya puede que no te importe, el niño de la Rosita, el Andrés, ese rubiales que tiene una gracía que dan ganas de comerselo, el de Rosita, la hija de la de la tienda de untramarinos, supongo que ya caes quien te digo ¿no?, ese niño... ¿cómo te lo diría yo?, -mira picarona a Agueda y se arranca con una sonrisa falsa-, pues, ese niño, cada año que pasa se parece más a tu Angelillo, ¿por qué será?".
"¡¿Qué?! ¿Un hijo? ¿Con esa? ¿Con Rosita, la de la tienda?", gritó la Percherona, Su rostro pasó del bochorno y la sorpresa a la rabia más feroz mientras pensaba para sus adentros-"Pues claro que sí, si yo no se lo doy... si no está contento...y encima, tener que andar en lenguas por ahí, que lo sepa todo el mundo menos yo..."
Agueda dejó de oír las canciones de la radio que salían a todo volumen por las ventanas, el murmullo de la gente, el paso de los coches... La rabía que sentía ante las palabras de Manuela parecieron enloquecerla, soltó el cesto de la ropa en el suelo y salió corriendo a encerrarse en su casa.
Cuando Angelillo regresó de un aviso, encontró a la Percherona esperándole con los brazos en jarras, impidiéndole el paso apoyada en el quicio de la puerta, presa de una furia inusitada.
Angelillo, se sorprendió al ver a Águeda con la cara roja de rabia y agarrándole por la pechera mientras le gritaba a todo pulmón y con la intención de que lo escuchase todo el mundo:
"¡Ha tenido que ser Manuela, precisamente Manuela, la que tenga que decirme que...-se ahogaba, no podía seguir hablando-, que... tienes un hijo con Rosita, la mosquita muerta de la señora Amalia, la tendera... y has tenido la desvergüenza de no decírmelo, ¡¿Cuándo me lo ibas a decir...? ¡¿Cuando al tal Andrés lo llamasen a filas?! ¡Menudas tertulias habrá habido en la tienda de la "abuela" con lo que es esa mujer de largona... y yo aquí, año tras año esperando un hijo tuyo... que nunca llega... Claro, ¡como tú estabas satisfecho y ya tenían un hijo por ahí!, pues vete... Anda, vete con ella a ver si con esa familia que tienes fuera... se te quita esa cara de pasmarote que Dios te ha dado... Seguro que si vuelves con ella... hacen fiesta como el hijo pródigo ese de la Biblia... Anda, vete que van a recibirte con los brazos abiertos...!".
Angelillo, entendió que no había nada que explicar ni su mujer estaba dispuesta a escucharle.
Tuvieron varios días de discusiones y reproches mutuos hasta que Angelillo, tras pasar por casa de Rosita una tarde al salir del trabajo se acercó a casa de Rosita y le explicó:
"Entiendo que creerás que lo hago por no verme en la calle, pero yo te quiero... tú sabes que si no he reconocido el niño hasta el día de hoy no es por falta de ganas, es que las circunstacias..."
Rosita lo miraba asombrada, no le parecía el mismo, estaba asustado, tímido, temeroso. Por eso, sus primeras palabras fueron confusas.
"Yo, por mi hijo, lo que sea, no es que ya no te quiera, es que, como puedes entender... estoy muy dolida, mucho... he sido el hazmerreir del barrio... Pero, si tú estás seguro y no vas a cambiar de opinión a la primera de cambio..."
Angelillo se arrojó de rodillas a sus pies pidiendo perdón y fué ella la que lo levantó y le abrazó con ternura.
"Entiendo que estás arrepentido, que tu mujer... "
"De mi mujer no me hables, por favor, no..."
"Si tú me prometes... Tengo que hablar con mi madre, ya sabes que esta es su casa y vive con nosotros... Si tú esperas unos días a que todo esto se calme... Después..."
Angelillo salió de casa de Rosita convencido de que podía hacerla feliz y él estar tranquilo y sin la amgustia que invadía su pecho. Dos días después, tras una llamada seca de la señora Amalia en la que simplemente le dijo.
"Sí, puedes venir pero... con condiciones..."
Angelillo vió la disposición de ambas a acogerle y perdonar el abandono que había tenido durante seis años hacía Rosita y su hijo, sin llevarse de su casa más que una maleta con las mudas y el traje nuevo, se despidió secamente de Águeda con un apretón de manos, casi como extraños, y desapareció para siempre de su vida.
Angelillo descubrió una nueva forma de vida al ir conquistando de nuevo el amor de Rosita que le había regalado el perdón más sincero y el amor de su hijo, Angelillo fue Ángel, otro hombre distinto, y supo mostrarse como un hombre cabal, trabajador y responsable, un hombre nuevo y muy hogareño.
Mientras tanto, Águeda, en vista de que Angelillo no le reclamaba nada, se quedó con la casa y decidió abrirse camino montando en la casona un bar.
Cuando Águeda abrió las puertas a los vecinos suavizado su carácter con la experiencia vivida hizo que el bar fuese un lugar acogedor.
A partir de ese momento, el BAR LA PERCHERONA fue todo un éxito, empezó a mostrar una faceta completamente nueva. Era amable, divertida y siempre dispuesta a regalar la segunda copa gratis, lo que la hizo muy popular en toda la comarca.
El bar de La Percherona se llenó de historias y risas. Sus clientes la respetaban y, a su manera, se convirtió en una especie de consejera para todos los que venían buscando consuelo o simplemente una copa, Águeda, con los años, dejó atrás las viejas heridas y se transformó en una mujer equilibrada y feliz.
Andrés, que no conoció a ese hombre del que todo el mundo hablaba, aprendió a ser trabajador, estudioso y buena persona y, cuando la abuela Amalia se jubiló, se hizo cargo del negocio familiar y convirtió la tienda de ultramarinos en un popular supermercado famoso por sus existencias de todo tipo, donde el cliente podía encontrar todo lo que no había en ningún sitio.
- Obtener enlace
- X
- Correo electrónico
- Otras aplicaciones
Comentarios
Publicar un comentario