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Mostrando entradas de marzo 27, 2011

¿Qué hacemos que nos da vida?

Vivir, así, con todas las letras en negrita, ocuparte de todo con amor, dedicarte a lo que siempre has querido, mirar los pistilos de una rosa, pasear por el campo, ver una puesta de sol… Jo, tío, que bucólico… Pues eso, todo menos quedarse tumbado en el sofá, buscar el periódico y jugar la partida de julepe hasta el oscurecer… Me gusta salir a pasear por las mañanas hasta el río con mi mujer y un grupo de amigos, charlar, cantar mientras friego los platos, leer los periódicos en la biblioteca esperando la hora de clase. Tomar un café… Respirar el aire colado de la calle Compañía en diciembre, disfrutar del sol de marzo, salir al campo los fines de semana,   leer un buen libro… Imaginar historias que luego, como dice Joaquín, un amigo que de eso sabe un rato, terminan siendo mis propios sueños… Eso es lo que me da vida. ¿Por qué? Porque voy a mi casa contento y lo nota hasta el pájaro. Porque cuando mis hijas leen lo que escribo reconocen hasta...

Las novelas de la radio. En el recuerdo de mi madre.

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Dedicado a mi madre, que no tuvo infancia, sufrió una guerra y abandonó esta vida cuando todo empezaba a irle bien. Recordar… los dulces sueños del ayer… Recordar, aquel amor de antaño.             Con esa musiquilla comenzaba la novela radiofónica “La Renuncia” que mi madre y la abuela Juana seguían con las agujas de punto entre los dedos frente a la vieja SONATA.         Yo, mientras tanto, roía despacio, para que durara, la pastilla de chocolate Coca de la merienda.         A los diez años quería perpetuar, como una imagen congelada, esos momentos, me agobiaba pensar en la clase de matemáticas, latín o ciencias naturales del día siguiente pero me dejaba llevar por la molicie de las voces de la radio.         Era feliz escuchando la musiquilla de “Leche condensada La Lechera” o “La canción del Cola-Cao”, leer a Emi...

Tres microrrelatos barbaros

El somier           Había llegado mi hora. Cerré los ojos y oí el chirriar de la guillotina al caer hacía mi cuello. Entonces desperté. Un muelle del somier me atravesaba limpiamente la garganta. Intenté gritar, silencio. Resignado, esperé. Premonición           Lo estaban dando por la radio. Accidente mortal en la A320 con el resultado de dos muertos. El locutor insistía en dar todo lujo de detalles. Un automóvil deportivo había saltado la mediana. Al parecer, dos jóvenes que hacía unos minutos abandonaban la discoteca “El Paraíso” conducían drogados a gran velocidad. Aurora sintió la muerte entrando por sus dedos al apagar el transistor y un enjambre de voces martillearon su cabeza “No me ralles, mamá, es mi vida…” “Ese chico no me gusta, hija, me han dicho que…” Se desvaneció. El ambigú           El acomodador encendió su linterna. Un reguero de sangre apareció a nuestros pies. Lo seguimos...