Sergio y sus dudas.
SERGIO y sus dudas.
José Luis RAMOS
Sergio se ha quedado, a sus cincuenta años. inmerso en un mar de dudas a cuenta de un programa de televisión sobre la España vacía, sin saber muy bien por qué, ha empezado a darle vueltas al tema y cree que quizá se ha equivocado, que qué sentido tiene que él se levante antes del amanecer para hacer una vida llena de rutina que es la misma desde que tiene memoria, primero ordeñar las vacas, limpiar y alimentar a los animales, revisar los cultivos, preparar la tierra para la siembra, o sembrar, o recoger, lo que toque según la estación, agachar la cabeza y darle al azadón o no acostarse un día porque una vaca se pone de parto, esa es y ha sido siempre su vida, dejar que el ciclo de la naturaleza le marque el ritmo.
Sergio aprendió de la tierra, de las estaciones, del viento, de la lluvia casi todo lo que sabe. La escuela del pueblo le enseñó lo imprescindible, a leer, a escribir y las cuatro reglas para que no le engañen al vender sus productos aún cuando el intermediario o la Central Lechera decide qué es lo que merece o le interesa pagar por lo que Sergio produce. Es consciente de que su maestra ha sido la naturaleza, fue ella la que le dio las lecciones que realmente importaban.
Cuándo sembrar, cuándo podar, cuándo esperar y cuándo trabajar sin descanso. Esos conocimientos los recibió de su padre y éste del suyo de generación en generación, es un conocimiento que no se encuentra en libros, sino en el silencio del campo.
Pero, a Sergio le ha hecho mal ese programa y le da por pensar si no estará tirando su vida a la basura, si no estará perdiendo el tiempo, está lleno de dudas.
Y para remate, Carmen, su mujer, le dice que se quede un rato a ver un programas sobre la inteligencia artificial y Sergio obedece, siempre se ha dejado guiar por Carmen, que es una mujer con muchas ganas de saber aunque no ha salido del pueblo más que a las fiestas de los alrededores. Sergio, mientras Carmen se quedaba dormida, se enteró algo de cómo se hace todo ahora a través de ordenadores y pantallas.
Los expertos hablaban de procesos automáticos, de estadísticas, de algoritmos que dictan el futuro de las cosechas, de las finanzas, de las decisiones que antes se tomaban con las manos, con el ojo entrenado y el corazón puesto en la tierra, y él está en esto último, en las manos, en el ojo entrenado a calcular y en echarle corazón y esperanza al trabajo de siembra, no entiende muchas de las palabras que allí se dicen y le cuesta seguir el ritmo. Siente un extraño calor en las entrañas cuando escucha que, a través de las pantallas se pueden solicitar ayudas, hacer trámites en línea, pedir ayudas del gobierno y comprende, con dolor, que eso es para los que han espabilado, para los que saben navegar por el ciberespacio. Mira a su mujer y se alegra de que se haya quedado dormida porque así no tiene que debatir nada con ella sobre el tema, siente un nudo en el estómago que le hace desear irse a la cama, pero no se atreve a despertar a Carmen, va a la fresquera y se sirve un vaso de leche mientras piensa apesadumbrado ¿Qué futuro hay para mí, que nunca aprendí a teclear una palabra en un ordenador?
A veces, trabajando en el campo, cuando el sudor empapa su camisa y le cuesta mirar al horizonte, sus pensamientos son nubarrones y la duda lo consume. "Tenías que haber ido al Instituto del pueblo de al lado Sergio, si lo hubieses hecho, otro gallo te cantaría ahora, tal vez habrías aprendido algo más, tendrías otros conocimientos, estarías en otro lugar. Pero, ¡qué coño!, ¿Quién iba a pensar hace treinta o cuarenta años que esto iba a ocurrir?. A fin de cuentas ¿De qué puedes quejarte?. Cambiarías una puesta de sol o un amanecer de junio por cualquiera de esas cosas que ofrecen en la televisión?"
Respira hondo y luego, camino de la cama, piensa que todo eso que dicen, todo, son zarandajas, tonterías de gente ociosa. La vida en el campo ha sido siempre su vida y allí, en el campo, ha sido y es feliz, ¿Es feliz ahora? No, se está dejando emponzoñar por esas tonterías de la Televisión, tonterías, no son otra cosa, al menos para él, cuentos, cosas que hay en las ciudades, pero, en las ciudades hay hambre, calamidades y problemas de los que ellos están libres por el momento.
Carmen se ha despertado, se estira y bosteza con aparato, luego, le llama: "Sergio, ¿Te has enterado de algo? Yo creo que me he quedado un momento traspuesta..."
Sergio vuelve sobre sus pasos y murmura sonriendo: "Sí, Carmen, sí, te has quedado traspuesta en la parte mejor, pero, ya me he enterado, ya, no te preocupes, mañana llamamos al chico a ver qué nos cuenta él de lo de las ayudas o si puede ayudarnos a solicitar esas cosas que dicen del gobierno, pero, para mí, que son zarandajas y palabras huecas... Anda, vamos al catre que mañana hay que madrugar..."
"Claro Sergio, claro. Tú tienes las tierras y el ganado. Eso vale mucho, ¿no? además, ahora con lo de la crisis... tener la panera llena es bueno ¿no?".
"Sí, Carmen, sí, anda, vamos a dormir un rato que se me hace muy tarde y hay tarea que hacer mañana, con inteligencia artificial y todas esas coplas, las vacas no se ordeñan, ni el cereal entra en la panera... Hay que bregarlo mucho cada día.
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